miércoles, 7 de julio de 2010

secuencias de invierno

En la noche

La noche exhala neblina
disipándose por las esquinas
de esta ciudad del universo.
La noche se fuga en la neblina,
junto a los árboles desnudos de estas calles frías,
junto a una madre amamantando en la penumbra de un cuarto,
junto al imnsome apenas antes de prender la luz,
junto al viudo y el retrato y el rocío sobre el pasto
junto al aullido del silencio en la prisión,
y a los amantes en el último suspiro,
junto a un hombre y su trago de vino,
y a las brasas encendidas en un tibio comedor,
junto al poema que renace en una voz,
o el eco de un sueño.

Que fuga tan oscura tiene esta noche.
Cuanta luz que anida en su negrura.
Cuan inquietante es el imán
que pulsa esta fuerza lunar
empujando la marea hacia las costas
para hacer girar los días.

Las hormigas

se extienden,
incontables,
por la pared,
recorren,
como un hilo de fuego,
esa piel erosionada,
viniendo y yendo,
sobre el tejido del viento,
constante y lento,
casi un murmullo,
arrebatado,
por el paso de los autos,
o entreabierto,
en un momento de silencio,
por el canto de los pájaros,
y por un abrupto aleteo,
y por las voces de las vecinas
fumando en el jardín,
y por el motor de una bordeadora,
acelerando y frenando
como un llanto de aserrín,
o de un árbol.
Ahí van,
imantadas las hormigas,
poderosas,
gigantes,
tan rojas,
penetrando la tierra,
las boliyitas del paraiso,
la humedad,
las hojas,
van,
metiendose en este cuerpo,
discurriendo por el torrente,
agitándolo,
son el torrente,
en este domingo de cielo cubierto
a punto de llover,
adentro del hormiguero.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Huecos

La niña busca con sus ojos aquello que le anuncia el oído.
Es un pájaro.
Y en el espacio que se abre entre el sonido y su mirada
la naturaleza se le revela; instantánea y plena.

Monte

Corre el arroyo, despierta la humedad.
Luciernagas tucu tucu andan como brasas por el aire.
El ave nocturna resuena cercana,
y no hay ningún silencio posible en esta noche,
ya no. Ahí te veo pisando tierra,
cruzando el camino, raspándote las piernas.
El resplandor de la antorcha ilumina tus pasos
y lo demás es incierto.
De pronto: Alguien se acerca.
La llama se extingue.
La caminata se inquieta y
nada desaparece.

Al que está muriendo ahora.

Vamos a pintar tu carro de color azul,
vamos a darles ruedas,
vigorosas ruedas de madera inmensa,
vamos a ponerles flores y destellos,
vamos a bendecirlo con las alas de una íntima oración
vamos a dejar que se vuelva liviano como ave o espuma,
vamos a empujarlo con una canción de viento
y emprendaras tu viaje desde los ojos cerrados
hacia los ojos abiertos, tu viaje al esplendor.

lunes, 8 de septiembre de 2008

En un camino

-Aquí te esperaba jinete del viento:
Te vi galopando los días,
masticando la piedra de tu furia callada.
te ví tendido, desnudo, escondido,
ví a tu espíritu sediento junto al arroyo seco
y perecí contigo en las ruinas del templo.
Y todo el tiempo me preguntabas;
-¿Dónde estamos?-
Querías saber y no me oías.
Yo soplaba para impulsarte y arremolinarte,
soplaba para que no te quedes dormido dentro de los nidos,
siempre soplando estuve para que regrese conmigo.
¿Cuántas veces sople para ahuyentar el tedio?
¿Cuántas veces, para quitar el ruido?

Jinete de los siglos, precioso caballero,
aún recuerdo el día en que pintaste tu cara con barro
y bailaste la danza del niño guerrero.
Preguntando, siempre preguntando; ¿Dónde estamos?
Recuerdo el día en que te encontraste con otros;
allí las mujeres con panes y peces,
allí los hombres con áncoras de vino,
allí los niños trepados en las copas de los árboles.
Entonces, te limpiaste en un arroyo de flujo ligero,
aplacaste tu sed, tu hambre y dormiste un largo sueño,
pero antes; ¿Dónde estamos?- Preguntaste junto a todos.
Llegado el momento, comencé a soplar de nuevo,
a zumbar parejo, constante y lento.
Fui creciendo por todo tu cuerpo;
hasta que explotó en tu pecho un trueno solar,
No sin estremecerme te vi escupiendo el rayo violento,
Ahora estas conmigo en esta noche de silencio.
Aquí tendidos, los dos, sin saber adónde estamos.

Y aquí te digo:
-Vamos ahora, jinete de los días, regresa a tus zapatos,
que aún te queda un rato de aquello a lo que le llamas tiempo.
Cabalga, ahora.
Atravesando la dicha y los bostezos, la camisa y el documento.
Cabalga la risa, el calendario, el llanto y los honorarios,
las llaves de la casa y la boleta del gas,
Cabalga cada llaga y las guirnaldas de la navidad,
Atraviesa las dudas, las ganas de soplar y disolver.
Cabalga lo incierto
Vamos. Cabalga ahora, que te espero de nuevo.