Corre el arroyo, despierta la humedad.
Luciernagas tucu tucu andan como brasas por el aire.
El ave nocturna resuena cercana,
y no hay ningún silencio posible en esta noche,
ya no. Ahí te veo pisando tierra,
cruzando el camino, raspándote las piernas.
El resplandor de la antorcha ilumina tus pasos
y lo demás es incierto.
De pronto: Alguien se acerca.
La llama se extingue.
La caminata se inquieta y
nada desaparece.
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