miércoles, 7 de julio de 2010

secuencias de invierno

En la noche

La noche exhala neblina
disipándose por las esquinas
de esta ciudad del universo.
La noche se fuga en la neblina,
junto a los árboles desnudos de estas calles frías,
junto a una madre amamantando en la penumbra de un cuarto,
junto al imnsome apenas antes de prender la luz,
junto al viudo y el retrato y el rocío sobre el pasto
junto al aullido del silencio en la prisión,
y a los amantes en el último suspiro,
junto a un hombre y su trago de vino,
y a las brasas encendidas en un tibio comedor,
junto al poema que renace en una voz,
o el eco de un sueño.

Que fuga tan oscura tiene esta noche.
Cuanta luz que anida en su negrura.
Cuan inquietante es el imán
que pulsa esta fuerza lunar
empujando la marea hacia las costas
para hacer girar los días.

Las hormigas

se extienden,
incontables,
por la pared,
recorren,
como un hilo de fuego,
esa piel erosionada,
viniendo y yendo,
sobre el tejido del viento,
constante y lento,
casi un murmullo,
arrebatado,
por el paso de los autos,
o entreabierto,
en un momento de silencio,
por el canto de los pájaros,
y por un abrupto aleteo,
y por las voces de las vecinas
fumando en el jardín,
y por el motor de una bordeadora,
acelerando y frenando
como un llanto de aserrín,
o de un árbol.
Ahí van,
imantadas las hormigas,
poderosas,
gigantes,
tan rojas,
penetrando la tierra,
las boliyitas del paraiso,
la humedad,
las hojas,
van,
metiendose en este cuerpo,
discurriendo por el torrente,
agitándolo,
son el torrente,
en este domingo de cielo cubierto
a punto de llover,
adentro del hormiguero.