miércoles, 8 de octubre de 2008

Huecos

La niña busca con sus ojos aquello que le anuncia el oído.
Es un pájaro.
Y en el espacio que se abre entre el sonido y su mirada
la naturaleza se le revela; instantánea y plena.

Monte

Corre el arroyo, despierta la humedad.
Luciernagas tucu tucu andan como brasas por el aire.
El ave nocturna resuena cercana,
y no hay ningún silencio posible en esta noche,
ya no. Ahí te veo pisando tierra,
cruzando el camino, raspándote las piernas.
El resplandor de la antorcha ilumina tus pasos
y lo demás es incierto.
De pronto: Alguien se acerca.
La llama se extingue.
La caminata se inquieta y
nada desaparece.

Al que está muriendo ahora.

Vamos a pintar tu carro de color azul,
vamos a darles ruedas,
vigorosas ruedas de madera inmensa,
vamos a ponerles flores y destellos,
vamos a bendecirlo con las alas de una íntima oración
vamos a dejar que se vuelva liviano como ave o espuma,
vamos a empujarlo con una canción de viento
y emprendaras tu viaje desde los ojos cerrados
hacia los ojos abiertos, tu viaje al esplendor.