Podría trepar por las horas del calor
tiritando en el temblor de la voz una chicharra.
O podría hacer la plancha en una gota de agua,
tendido en la inquietud de la deriva.
Podría leer respuestas,
con fina inclinación en tinta china.
O podría gritar a viva voz
y chocarme una pregunta al vuelta de la esquina.
En un corcel de viento, podría cabalgar,
sin detenerme ante la bruma y la neblina,
O bien podría cabalgar en un corcel de nieve,
haciendo agua en el kiosco de la esquina,
y morir a charcos en la carnicería.
Todo aquí. La cocina es la colina;
es el sitio de la heladera y del dragón.
Sí, es aquí donde podría,
encontrar las llaves del reino,
y salir al patio a tomar aire.
O bien podría congelarme.
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